"Capítulo I. Cultura infantil y Multinacionales"
Por Steinberg
y Kincheloe.
Steinberg y Kincheloe plantean que en la actualidad han surgido nuevos sitios de aprendizaje: las empresas comerciales como educadores. Esto lleva a una “crisis de la infancia”, la cual requiere examinar sus causas.
Aunque la peligrosa situación a la que
los niños deben enfrentarse en la actualidad la han compuesto distintos
factores, los autores analizan uno en particular: la producción de cultura
infantil popular de las empresas comerciales y el efecto de esta cultura sobre
los niños. Un intento de solución a esta problemática se encuentra en la categoría
de pedagogía cultural, la cual remite a la idea de que la educación tiene lugar
en diversos sitios sociales que incluyen la escolarización, pero no se limitan
a ella. Los lugares pedagógicos son aquellos donde el poder se organiza y
despliega, como por ejemplo las bibliotecas, la televisión, las películas, los
periódicos, etcétera.
Los autores consideran que el trabajo de
los especialistas en educación requiere examinar tanto la pedagogía en la
escuela como la pedagogía cultural (Giroux, 1994).
Basarse en las ideas de los estudios
culturales, permite estar mejor preparados para examinar los efectos de la
pedagogía cultural con su formación de la identidad y su producción y
legitimación de conocimiento, es decir, el currículum cultural.
Las organizaciones que crean este
currículum cultural no son organismos educativos, sino entidades comerciales
que no se basan en el bien social, sino por la ganancia individual.
La
pedagogía cultural está estructurada por la dinámica
comercial, fuerzas que se imponen en todos los aspectos de nuestra vida privada
y la de nuestros hijos (Giroux, 1994). Los patrones de consumo desarrollados
por la publicidad de las corporaciones habilitan a las instituciones
comerciales como los profesores del nuevo milenio. La pedagogía cultural de las
corporaciones ha producido formas educativas que tienen un éxito enorme, cuando
se juzga sobre la base de su propósito capitalista. Las empresas comerciales
han creado una perspectiva de la cultura de finales de siglo XX que se mezcla
con las ideologías empresariales y los valores del libre mercado.
Steinberg y Kincheloe hacen hincapié en
que la responsabilidad como padres, cívica y profesional, es estudiar el
currículum de las empresas comerciales y sus repercusiones sociales y
políticas. Sostienen que en cuanto padres, ciudadanos y profesores deben
considerar responsables a las empresas comerciales de los rasgos pedagógicos de
sus actividades, de la cultura infantil que producen.
Los autores citan a Jeanne Bram, el cual
indica que se debe mediar en la relación entre cultura popular y pedagogía, que
da forma a nuestra identidad.
En interés no sólo de los niños sino de
la sociedad más amplia, se debe ejercer el poder personal y colectivo para
transformar los diversos aspectos en que el poder de las empresas comerciales
(obtenido por el acceso a los medios) oprime y domina.
Los autores sostienen que la cultura infantil es ante todo una
pedagogía del placer y, como tal, no es posible ir en su contra simplemente
autoexcluyéndose y excluyendo a los niños de ella. Por ello, se deben formular
estrategias de resistencia que entiendan la relación entre la pedagogía, la
producción del conocimiento, la formación de la identidad y el deseo. Para
ello, los autores intentan establecer una conversación pública sobre esta
relación.
De este modo, Steinberg y Kincheloe
proponen situar la cultura popular en los estudios culturales, haciendo énfasis
en los problemas sobre la cultura infantil y su relación con la pedagogía
cultural. Afirman que han sido pocos los interesados en los estudios culturales
que han escogido a los niños como objeto de su especialización. De este modo,
"Cultura infantil y Multinacionales" intenta cubrir esta ausencia y
promover nuevas publicaciones en el área.
El estudio de la relación entre la
cultura infantil y el acceso a las percepciones de la infancia (por ejemplo,
los cuentos de hadas) ha proporcionado a los especialistas algunas ideas en
dominios de difícil acceso de la consciencia del niño. Además, como indicarían
algunos, cuanto más perturbador y violento es el cuento de hadas, mayor es la
comprensión de los sentimientos "primitivos" que surgen y nos forman
en la temprana infancia y sucesivamente en la edad adulta.
El estudio de la cultura popular
infantil no sólo da ideas sobre la consciencia de la infancia, también
proporciona nuevas ilustraciones de la cultura en general.
En este contexto, la cultura infantil
revela en un nivel muy básico lo que nos perturba en nuestra vida cotidiana,
los elementos irritantes que se encuentran en el nivel de nuestra
subconsciencia individual y colectiva. De este modo, el objetivo de los autores
es favorecer medios para comprender la cultura infantil que lleven a pedagogías
democráticas para la infancia en los niveles cultural, familiar y escolar.
Apreciando la ambigüedad y la
complejidad del poder, la pedagogía democrática infantil se ha comprometido en
cuestionar el entretenimiento manipulador, racista, sexista y con sesgos de
clase para los niños. Se opone igualmente a otras manifestaciones de la cultura
infantil que favorecen la violencia y las patologías sociales y psicológicas.
Los autores afirman que el entretenimiento de los niños es un espacio público
controvertido donde intereses sociales, económicos y políticos diferentes
compiten por el control. Por desgracia a los norteamericanos les parecen
desagradables los debates abiertos sobre el poder.
En este contexto Steinberg y Kincheloe
comienzan su estudio de la producción de cultura infantil de las empresas
comerciales analizando las formas en que el poder no sólo reprime la producción
de artefactos democráticos, sino también produce placer para los niños. Si el
poder se expresara siempre "simplemente diciendo no" a los deseos de
los niños, obtendría poca autoridad a sus ojos.
Steinberg y Kincheloe sostienen que la
existencia de la hiperrealidad obliga a repesar la conversación sobre
la alfabetización. Los niños que han sido educados por la cultura popular,
argumenta Henry Giroux en el Capítulo II, enfocan la alfabetización desde un
ángulo muy diferente. La alfabetización en los medios se convierte no en una
adición selecta a un currículum tradicional, sino en una destreza básica
necesaria para negociar la propia identidad, los valores y el bienestar en la
hiperrealidad empapada de poder. En muchas escuelas estas ideas no se han
considerado nunca.
La alfabetización en los medios como el
poder, no se considera en los círculos de la corriente principal como un asunto
para niños (o incluso adultos). Como Peter MCLAREN y Janet MORRIS sostienen en
el Capítulo VI, los mismos educadores que rechazan el estudio de la
alfabetización en los medios o la cultura infantil son los que tienen que
afrontar sus efectos.
Una comprensión crítica de la cultura de
los medios requiere que los estudiantes no simplemente desarrollen la capacidad
para interpretar los significados de los medios, sino que comprendan de qué manera
ellos mismos consumen e invierten efectivamente en los medios. -Esto estimula
tanto el pensamiento crítico como el autoanálisis. Por el contrario, están
codificadas y registradas por compromisos emocionales y corporales.
Steinberg y Kincheloe advierten que la
cultura infantil de los medios la dictan los intereses comerciales; los
márgenes de beneficios son demasiado importantes para preocuparse por el
bienestar de los niños. Además, sostienen que como fenómeno social e
ideológico, la consciencia se construye no sólo por su contacto con la
cultura, si no por una interacción con un enfoque de la cultura, un enfoque
"editado" por refracción ideológica. También, destacan que la cultura
infantil sirve como un mecanismo de refracción ideológica, una fuerza social
que produce significados particulares que inducen a los niños (y a los adultos)
a interpretar los acontecimientos dentro de un rango específico de
posibilidades.
No es sorprendente que la cultura
infantil producida por las empresas comerciales escoja el telón más espeso
posible de ocultación ideológica. De esta manera, coloniza la conciencia
norteamericana de modo tal que reprime el conflicto y las diferencias. Así, el
profesional critico de la infancia entiende la ideología, su refracción y su efecto
sobre la construcción de la consciencia como la base conceptual para su intento
de poner al descubierto la cultura infantil como una esfera
políticamente primigenia, conquistada sin oposición, de la actividad
social.
Steinberg y Kincheloe sostienen que
tradicionalmente, los profesionales de la infancia no han estudiado el poder.
Pero dado el poder de la cultura infantil, tienen ahora que hacerlo. En cuanto
estudiantes de la dinámica de poder de la cultura infantil , los padres y los
profesionales comienzan a comprender las acciones de los niños desde una
perspectiva nueva. Los productores de cultura infantil de las empresas
comerciales, dada su capacidad para introducirse en la vida privada de los
niños, los desestabilizan constantemente. Al mismo tiempo, sin embargo, nuevos
productos (juguetes, películas, televisión, juegos de vídeo moda, textos)
intentan volver a estabilizar identidades nuevas por medio del acto de consumo.
De este modo, sostienen que la tarea de
los estudiosos de la cultura infantil es poner al descubierto estas fuerzas
invisibles pero influyentes, las microprácticas que moldean la vida de los
niños. Ello se complica por el hecho de que las prácticas que son más visibles
e incuestionables en las observaciones de sentido común de los niños en
juego son aquellas en las que el poder se ha condensado más. La capacidad para
apreciar estas realidades proporciona la sabiduría para distinguir entre textos
infantiles justos e injustos, actividades de las empresas comerciales
manipuladoras y liberadoras. Dotados de poder así, se puede comenzar comprender
las formas complejas y a menudo ambiguas en que las acciones de las empresas
comerciales modifican la conducta infantil, las formas en que la publicidad y
su promoción del hedonismo de la infancia producen una ética del placer y una re-definición de la autoridad.
Por otro lado, los autores nombran a los
anuncios de legitimación de los productos de las empresas comerciales, los
cuales son diseñados para lograr el consentimiento. Se centran en experiencias
comunes valoradas en nuestra vida: la familia, la infancia y escenas con padres
en particular.
A medida que los padres y los defensores
del niño se vuelven más atentos a los lugares pedagógicos donde se da forma a
la consciencia del niño, comienzan necesariamente a ocuparse de la influencia
de organizaciones empresariales gigantes que controlan la información y el
entretenimiento.
Los autores sostienen que las ondas de
televisión son un "servicio público" al que la ley obliga a servir al
interés público; la televisión es una institución diseñada para ser
independiente de los planes de los Estados y los intereses comerciales, y
criticarlos. Con las sociedades firmemente al mando de la televisión y de otras
formas de producción de información y entretenimiento, estas instituciones han
conseguido un poder sin precedentes para representar el mundo tanto a los niños
como a los adultos. Las empresas comerciales nacionales e internacionales
ocupan en la actualidad los paisajes mentales, el dominio de la
consciencia (KELLNER1990: FISKE1993).
Steinberg y Kincheloe sostienen que la
infancia ha cambiado como resultado de su contacto con la cultura infantil y
otras manifestaciones más adultas de la cultura de los medios.
Puesto que los padres no controlan ya
las experiencias culturales de sus hijos, han perdido el papel que desempeñaron
antaño en el desarrollo de sus valores y de su visión del mundo. Los
programas de televisión, las películas (ahora en la televisión de pago o por
cable), los juegos de vídeo y la música (con auriculares que permiten el
aislamiento de los adultos) son en la actualidad dominio privado de los niños.
Los autores afirman que la nueva
realidad presenta a los padres y profesores un complejo problema que se podría
llamar "el dilema de la infancia postmoderna". El acceso de los niños
contemporáneos a la cultura infantil comercial y la cultura popular no sólo les
motiva a convertirse en consumidores hedonistas, sino que también daña la
inocencia.
No cabe duda de que la autoridad adulta
sobre los niños se ha perdido, pero no debido a las madres feministas o a la
blandura de los liberales. El acceso infantil al mundo adulto por los medios
electrónicos de hiperrealidad ha pervertido la consciencia de sí mismos de los
niños contemporáneos como entidades incompetentes y dependientes.
Los autores sostienen que los niños no
se ven a si mismos de la misma manera que los ven los adultos en estas
instituciones. Los niños postmodernos no están acostumbrados a pensar y obrar
como seres pequeños que necesitan el permiso adulto para actuar.
No se les puede poner barreras a la
información adulta: los niños en la actualidad ven el mundo como es (o al menos
como lo presentan los productores de información de las empresas comerciales).
Este cambio en el acceso de los niños al
conocimiento adulto sobre el mundo y los cambios en la naturaleza de la
infancia que ello produce han debilitado las bases
conceptuales/curriculares/administrativas sobre las que ha estado organizada la
escolarización. Los autores no creen exagerado sostener que, a la luz de estos
cambios culturales, se debería volver a concebir de arriba abajo las escuelas.
Steinberg y Kincheloe sostienen que se
debe desarrollar la educación, las destrezas de ser padres y las instituciones
sociales que tratarán esta revolución cultural, de una manera que enseñe a los
niños a dar sentido al caos de información en la hiperrealidad. En este
contexto, la escuela no se convierte en una institución de transmisión de
información, sino en un lugar donde se elabora el significado, donde se
engendra la comprensión y la interpretación. Por otro lado, los autores
sostienen que en películas creadas por las empresas comerciales se expresa algo
que implica temor a los niños con conocimientos. Surge así un tema importante
en la historia reciente de la infancia: los padres adquieren miedo al monstruo
latente en todos los niños, un temor a aquello en lo que sus hijos pueden
convertirse. Libros infantiles de publicación reciente intentan asustar a
los niños precoces que se vuelven "demasiado grandes para sus
pantalones" no sólo para que obedezcan, sino para que establezcan una nueva
forma de dependencia.
Desde una perspectiva más cualitativa,
la cultura infantil violenta privilegia la violencia como el método más
efectivo de solución de problemas en la vida diaria de los niños. Las presiones
de la competencia empujan a los patrocinadores de televisión infantil y los
productores de la cultura cinematográfica infantil a elaborar productos más
violentos que den mayores beneficios.
Es común hoy en día ver a los niños
pegados a la televisión, mientras los disparos hacen reventar torsos y saltar
sesos, es una experiencia sombría pero demasiado común en la
hiperrealidad.
Por otro lado, mientras la industria de
los juegos de vídeo establece las reglas para el desarrollo de
la televisión interactiva, nuevas formas de violencia estética expresada
en contextos racistas y sexistas reforzarán manifestaciones ya
establecidas.
De este modo se establece una
predisposición mental de agresividad, pues la violencia se convierte en una
anfetamina "natural", un derecho sancionado a una "subida con la
muerte" y a matar el aburrimiento de la infancia postmoderna. La violencia
virtual es una violencia abstracta que elimina la brutalidad de sus consecuencias
en la vida real. Algunos niños imitan las acciones de los personajes
interactivos, aunque comprendan bien el carácter fantástico de los juegos y los
vídeos; no hay nada simplista, lineal o vinculado por relaciones causa-efecto
en el modo en que los niños reproducen la violencia de los medios en su vida.
Las impresiones violentas de los juegos de vídeo, la lucha, el cine o la
televisión pueden desencadenar y hacer emerger patologías escondidas en el
inconsciente de un sujeto particular; otros niños, al mismo tiempo y con las
mismas experiencias de cultura infantil, pueden ser relativamente insensibles a
ellas.
Cultura
Infantil con género
Dado todo el análisis y la
reconceptualización de los géneros que ha tenido lugar durante las últimas
décadas, es asombroso que la cultura infantil pueda conservar una
diferenciación de género tan grande como la que tiene. Sin embargo, mientras
que el análisis de género de la cultura popular avanza y proporciona ideas
importantes sobre la construcción de género de los medios, la cultura infantil
continúa promoviendo roles de género perfilados.
En las películas animadas de Disney, como Henry GIROUX señala en el
Capitulo II, las niñas y las mujeres se describen dentro de roles de género
opresivos. Por ejemplo, en La sirenita y El rey león, los personajes femeninos
están subordinados a los masculinos: la sirenita Ariel parece emprender un
viaje de liberación contra la dominación del padre. pero al final entrega su
voz en un trato para cambiar su cola por piernas, de manera que pueda seguir a
su apuesto príncipe; en El rey león todos los jefes son varones, receptores del
derecho patriarcal. Después de la muerte del rey Mufasa, el taimado Scar se
convierte en el nuevo monarca. Las leonas no tienen poder alguno, y tratan a Scar
con la misma deferencia que trataban a Mufasa. Las leonas no tienen poder de
acción, no tienen sentido moral, son simplemente telones de fondo para la
acción que los varones inician y en la que ellas toman parte. En Aladin y La
bella y la bestia se presentan dinámicas de género similares.
En estas películas y en otras
manifestaciones de la cultura infantil está en juego lo que Linda
CHRISTIAN-SMITH y Jean EROMAN han llamado "Masculinidad hegemónica".
Obviamente esta forma patriarcal tiene
serias implicaciones para las mujeres, pero distorsiona el desarrollo masculino
también. Diversas formas del currículum de la cultura infantil estimulan a los
chicos a asumir roles patriarcales que supuestamente les dan potestad por
derecho de nacimiento para definir la realidad y disfrutar las recompensas del
privilegio por medio de la dominación de sus subordinados.
En efecto, en la masculinidad
hegemónica las únicas técnicas aprobadas para tratar las propias emociones
implican la evasión, las bravuconadas, la jactancia, las intimidaciones, la
mentira y diversas formas de agresión.
Steinberg y Kincheloe apuntan a
una pedagogía crítica de la
infancia, la cual es consciente del deseo del niño y no está
amedrentada por él, relacionándolo a menudo con los esfuerzos de los niños para
comprender el mundo y a si mismos. Como Paulo FREIRE mantenía hace años,
una educación critica de la infancia está interesada en el
conocimiento y las intuiciones que los niños traen a la escuela. En la
hiperrealidad, este principio pedagógico significa que los educadores
están obligados a estudiar la cultura infantil, su efecto sobre sus
consumidores, y su relación con el deseo. Si estamos interesados en
conocer a los niños, una pedagogía de este tipo nos proporciona una línea
directa a su consciencia así como a su percepción de si mismos y del mundo.
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