"Capítulo II- ¿Son las películas de Disney buenas para sus hijos?"

Por Henry A. Giroux
Giroux plantea que antes de convertirse en un observador de la cultura infantil, aceptaba los supuestos -casi indiscutidos- de que las películas de dibujos animados influían la imaginación y la fantasía, reproducían un ambiente de inocencia y en general, eran buenas para los niños. Las películas parecían vehículos de distracción y una fuente muy considerada y buscada de diversión y alegría para los niños. Sin embargo, en un corto período de tiempo, se dió cuenta de que esas películas eran pertinentes fuera de los límites del entretenimiento.

El autor considera que la significación de las películas de dibujos animados actúa sobre muchos registros, uno de los más persuasivos es el papel que desempeñan como nuevas "máquinas de enseñar", como productoras de cultura. Giroux argumenta que las mismas parecen inspirar autoridad cultural y legitimidad para enseñar roles, valores y hábitos específicos como los sitios más tradicionales de aprendizaje, como las escuelas públicas, las instituciones religiosas y la familia.

Giroux afirma que los medios de comunicación de masas, especialmente el mundo de las películas de Hollywood, construyen un mundo de sueños y de inocencia infantil donde los niños encuentran cada vez más un lugar pasa situarse en su vida emocional. A diferencia de la realidad a menudo poco emotiva y sin alegría de la escolarización, las películas infantiles proporcionan un espacio visual de alta tecnología donde la aventura y el placer se encuentran en un mundo fantástico de posibilidades y en una esfera comercial de consumismo y conversión en mercado.

El autor pudo percibir la pertinencia educativa de las películas de dibujos animados a medida que veía que sus hijos experimentaban la vasta máquina de entretenimiento y enseñanza encarnada por Disney. Mientras veía varias de sus películas, fue más consciente de lo necesario que era trascender el tratamiento de las mismas como entretenimiento transparente para cuestionar los mensajes que hay tras ellas.
Pero al mismo tiempo, se dió cuenta de que todo intento de examinar críticamente estas películas iba a contrapelo de la opinión popular norteamericana. Por supuesto, hay algo más que el propósito de un departamento de relaciones públicas de proteger la pretensión de Disney de bondad legendaria y veneración sin concesiones. Existe también la realidad de un gran poder económico y político que protege sin fisuras su posición corno abastecedor de inocencia y virtud moral norteamericana. Rápida en movilizar su monolítico bloque de instituciones leales, portavoces de relaciones públicas y críticos culturales profesionales para salvaguardar los límites de su "reino mágico'', Disney ha entablado agresivas acciones judiciales por violaciones de sus derechos de propiedad intelectual, ha definido quién tiene acceso a sus archivos y ha intentado incluir en los usos del material investigado en ellos. En su celo para proteger su imagen y aumentar sus beneficios, ha llegado a emprender acciones legales contra un pequeño centro de atención de día que utilizaba en su publicidad personajes de dibujos animados de la compañía.
Del mismo modo, Disney tiene una reputación de ejercer presión sobre los autores que critican su ideología y su empresa. Pero el poder de su categoría mitológica procede de otras fuentes también. La imagen de Disney como icono de la cultura norteamericana se refuerza firmemente por medio de la penetración de su Imperio en todos los aspectos de la vida social. Los niños experimentan su influencia cultural a través de un laberinto de presentaciones y productos que se encuentran en los vídeos caseros, los centros comerciales, las películas educativas escolares, entre otros. 
Disney se esfuerza mucho para promover su Imagen cívica. Definiéndose como vehículo para la educación y la responsabilidad cívica, patrocina los "Premios Profesor del Año", proporciona becas a los estudiantes y, más recientemente, ofrece ayuda económica y períodos de prácticas y programas educativos para los jóvenes urbanos en situaciones de desventaja a social por medios de su programa de patinaje sobre hielo llamado Metas. También planea construir en los próximos años una escuela prototipo que, según proclama uno de sus folletos "servirá como modelo para la educación en el siglo XXI".

Para Giroux, lo interesante aquí es que Disney no proporciona simplemente un soporte a las fantasías por medio de las cuales se produce, experimenta y afirma la inocencia de la infancia y la aventura. En la actualidad, produce prototipos para escuelas, nuevas identidades y comunidades modelo y la manera en que debe comprenderse el futuro por medio de una construcción particular del pasado.
El público general tiende a rechazar cualquier relación entre la ideología y el prolífico mundo de entretenimiento de Disney. Y sin embargo, su apariencia de inocencia les parece a algunos críticos como poco más que una máscara promocional que disimula sus técnicas comerciales agresivas y su influencia al educar a los niños en las virtudes de convertirse en consumidores activos. 

Dada la influencia que la ideología de Disney tiene sobre los niños, es imprescindible que los padres, los profesores y otros adultos comprendan cómo estas películas atraen la atención y dan forma a los valores de los niños que las ven y las compran. 
El autor indica que es importante tratar las películas de dibujos animados de Disney, sin condenar a Disney, como una compañía de ideología reaccionaria que promueve con engaños una visión del mundo conservadora sin pretextos del entretenimiento, de alegría y felicidad para los niños en todo el mundo.  Disney se inscribe de manera dominante en la vida de los niños e influye poderosamente en la forma de imaginar el paisaje cultural de Norteamérica. La dominante autoridad cultural de Disney es demasiado poderosa y trascendental para ser simplemente objeto de reverencia. Lo que Disney se merece es crítica respetuosa, y una medida de este respeto es incluir el enfoque de la infancia y la sociedad reflejado en un diálogo crítico sobre los significados que produce, los roles que legitima y las narraciones que utiliza para definir la vida norteamericana. 

A lo que refiere la pregunta de que, si las películas de dibujos animados de Disney son buenas para los niños, el autor considera que ésta no tiene respuestas sencillas, pero al mismo tiempo requiere examinar las películas fuera del registro tradicional de la diversión y el entretenimiento. 




Las producciones más recientes, que incluyen La Sirenita, Aladino, La bella y la bestia y El rey león, proporcionan amplias oportunidades para analizar cómo construye una cultura de la alegría y la inocencia para los niños en la intersección del entretenimiento, la defensa, el placer y el consumismo. Las películas de dibujos animados de Disney proporcionan un "mercado de la cultura", una plataforma de lanzamiento para un número inacabable de productos y mercancías que incluyen cintas de vídeo, bandas sonoras, ropa infantil, armarios, muñecos de peluche y nuevas entradas en los parques temáticos. 

El análisis crítico de cómo las películas de Disney surten efecto construyendo significados, induciendo placeres y reproduciendo las fantasías cargadas ideológicamente, no pretende ser un ejercicio de descrédito. Al contrario, la influencia social y cultural de Disney, es tan enorme y trascendental que no debería quedar libre de control y mediación. 

Las películas de Disney funcionan como lugares de entretenimiento porque ponen en contacto con la alegría y la aventura a niños y adultos por igual. Se presentan como lugares para experimentar placer, incluso cuando tenemos que comprarlo.

La fantasía abunda cuando las películas de dibujos animados de Disney producen una multitud de villanos, héroes y heroínas exóticos y estereotipados. Mientras que Úrsula, el rebosante gran calamar negro y púrpura en La sirenita derrama maldad e ironía, la sirenita-heroína Ariel tiene la apariencia entre una adolescente rebelde típica y una modelo del sur de California. El monstruo lobuno en La bella y la bestia evoca una rara combinación de "error y amabilidad", mientras que Scar, el felino afable e intrigante, añade un toque contemporáneo al significado de la maldad y la traición.

Giroux plantea que uno de los mensajes más polémicos que aparecen y desaparecen de las películas de dibujos animados de Disney se refiere a la representación de las muchachas y las mujeres. Tanto en La sirenita como en El rey león los personajes femeninos están construidos dentro de roles de género definidos estrechamente. Todas las mujeres en estas películas están subordinadas en el fondo a los hombres y definen su sentido de poder y su deseo casi exclusivamente desde el punto de vista de la narración del macho dominante.

Con respecto a dicha cuestión del género, la visión de Disney de la relación entre la acción femenina y la obtención de poder no es sólo nostálgica, linda con lo abiertamente reaccionario.
Los estereotipos raciales son otra cuestión importante que emerge en muchas películas de dibujos animados de Disney. El ejemplo más polémico de estereotipos raciales es Aladino. Estas representaciones racistas se reproducen además en una multitud de personajes de apoyo que son retratados como grotescos, violentos y crueles. Otro racismo que también es un principio estructurador poderoso pero sutil en la película de dibujos animados más reciente es el personaje Pocahontas. La Interpretación de Disney sobre la película es, en realidad, una descripción profundamente racista y sexista de los nativos norteamericanos.

El autor sostiene que es conveniente fijarse en que el racismo en las películas de dibujos animados de Disney no aparece simplemente en imágenes negativas o por medio de interpretaciones históricas erróneas: la ideología racista se manifiesta también en la codificación racial del lenguaje y el acento en la pronunciación.
Para el autor, lo asombroso es que estas películas producen infinitas representaciones y códigos en los que se enseña a los niños que las diferencias culturales que no llevan la marca de la procedencia étnica de clase media blanca son desviadas, inferiores, ignorantes y una amenaza que se debe superar. Para el autor, no hay nada inocente en lo que los niños aprenden sobre la raza tal como se representa “el mundo mágico” de Disney. La carta de la raza ha sido siempre central en la visión de Disney de la identidad cultural y nacional, y sin embargo, la cuestión racial solo parece justificar un debate público cuando se manifiesta pretendidamente en un discurso de los derechos civiles.
Por otro lado, Giroux se pregunta si estos problemas planteados significan que las películas infantiles de Disney se deberían ignorar o censurar. El autor cree que deben aprenderse varias lecciones del reconocimiento de estos mensajes. En primer lugar, considera crucial que el terreno de la cultura popular que Disney utiliza cada vez más para enseñar valores y vender mercancías se considera seriamente como un sitio de aprendizaje, especialmente para los niños. Esto significa, que se debe incorporar en las escuelas como objeto serio de conocimiento social y análisis crítico.
En segundo lugar, los padres, los grupos comunitarios y los educadores deben estar atentos a los mensajes implícitos en estas películas para criticarlas y recuperarlas cuando sean necesarias con un fin más productivo. Es decir, es preciso reescribir las imágenes que nos plantean como parte del guión de adquisición de poder, en lugar de rechazarlas simplemente porque sirven para debilitar la acción humana y las posibilidades democráticas. 

En tercer lugar, la penetración global de la compañía en las esferas de la economía, el consumo y la cultura aconseja analizar a Disney dentro de una variedad de relaciones de poder. Esto aconseja emprender nuevos análisis que unan antes que separen las diversas formaciones sociales y culturales en las que Disney se compromete de manera activa. Una posición dialéctica como esta, no sólo proporciona una comprensión mayor y más precisa teóricamente de su poder, sino que quiebra la lógica de que Disney se ocupa ante todo de la pedagogía del entretenimiento. La investigación sobre Disney debe ser histórica, relacional y multifacética. 

En cuarto lugar, si las películas de Disney deben verse como algo más que narraciones de fantasía y evasión, como sitios de regeneración e imaginación que afirman más que niegan la prolongada relación entre entretenimiento y pedagogía, los trabajadores culturales y los educadores tienen que introducir de nuevo lo político y lo pedagógico en el discurso del entretenimiento. Esto aconseja tratar las posibilidades utópicas en las que los niños encuentran a menudo representaciones de sus esperanzas y sueños.
Además, Giroux considera que este tipo de películas deben analizarse no sólo por lo que dicen sino también por cómo públicos adultos y grupos de niños dentro de contextos nacionales e internacionales diversos las utilizan y las aceptan. Disney no representa un bloque cultural monolítico, que ignore los diferentes contextos; al contrario, su poder descansa, en parte, en su capacidad de tratar distintos contextos y ser interpretado de manera diferente por formaciones y públicos transnacionales.

En quinto lugar, el autor sostiene que pedagógicamente es imprescindible que padres, educadores y trabajadores culturales estén atentos a las diferentes maneras en que grupos diversos de niños utilizan y comprenden esas películas y medios visuales. Esto no sólo proporciona la oportunidad de que los padres y otras personas hablen a los niños la cultura popular, también crea la base para una comprensión melar de cómo las jóvenes se identifican con estas películas. Esto aconseja que desarrollemos nuevas formas de alfabetización, nuevas maneras de comprender e interpretar de un modo critico los medios visuales producidos electrónicamente. Enseñar y aprender la cultura del libro no es ya el elemento principal de lo que significa estar alfabetizado. Los niños aprenden a partir de la exposición a formas culturales populares, y éstas proporcionan un nuevo registro cultural del significado de la alfabetización. Esto implica que los educadores y los trabajadores culturales tienen que hacer algo más que reconocer la necesidad de tomar en serio la producción de formas de arte popular en las escuelas: significa también que no puede haber pedagogía cultural sin prácticas culturales que exploren las posibilidades de formas populares diferentes y que pongan de relieve a la vez las aptitudes de los estudiantes, la cuestión aquí es que los estudiantes no deberían simplemente analizar las representaciones de la cultura popular mediada electrónicamente, deben también poder dominar las destrezas y la tecnología para producirlas.

Por último, Giroux considera que el poder y la influencia de Disney se encuentran extendidos en la sociedad norteamericana, los padres, educadores y otras personas tienen que encontrar medios para conseguir que Disney rinda cuentas de lo que produce y hacerle responsable de la llamada "disneylización" de la cultura norteamericana, aunque es indiscutible que la compañía proporciona tanto a los niños corno a los adultos el placer de divertirse, su responsabilidad pública no acaba aquí. En lugar de concebirlo como una esfera pública comercial que distribuye placer inocentemente a los jóvenes, el imperio Disney debe verse como una empresa pedagógica y un artífice de políticas comprometido activamente en la formación del paisaje cultural de la identidad nacional y la "despolarización" de la mente de los niños. Esto no quiere insinuar que existe algo siniestro detrás de lo que Disney realiza como señalar la necesidad de tratar el papel de la fantasía, el deseo y la inocencia en el aseguramiento de intereses ideológicos particulares, la legitimación de relaciones sociales específicas y la realización de una afirmación clara sobre el significado de la memoria pública. 

Es preciso hacer responsable a Disney no sólo en la taquilla, sino también desde el punto de vista político y ético. Y para que esta rendición de cuentas se inculque en el "reino mágico", los padres, los trabajadores culturales y otros tendrán que cuestionar y desbaratar las imágenes, las representaciones y los valores ofrecidos por la máquina de enseñar de Disney. Esto significa interpretar críticamente las películas de dibujos animados de Disney.


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